LA TORMENTA
POR MAURICIO NARANJO
Concentrado y decepcionado, observaba el vaso de agua. Ni los tambores, ni la danza atávica, ni los mantras habían surtido efecto.
De pronto, tuvo una iluminación: el bastón sagrado de sus ancestros. Al tercer intento, un hermoso y terrible espectáculo de truenos, rayos y relámpagos se alzó sobre el vaso. El granizo era descomunal. Conmovido, bebió hasta la última gota de la tempestad.
Desde entonces, el invierno no cesa en su interior: en lugar de palabras emite truenos, en vez de miradas, relámpagos. Sus pensamientos ahora son rayos, y cuando toma vino llueve sangre en las copas.