El Manto
Solía ir con su manto blanco a las nubes, con su manto negro a los funerales, con su manto anaranjado a los incendios, con su manto verde a las montañas, con su manto ocre a los desiertos, con su manto transparente a los pensamientos, con su manto equivocado a misa, los domingos, temprano.
REVISTA LITERARIA
PARA UN DESARREGLO SISTEMÁTICO DE LOS SENTIDOS
viernes, 1 de agosto de 2014
jueves, 31 de julio de 2014
TEXTOS DE MAURICIO NARANJO
I
A veces sobrevuelan en mi alcoba partículas de pereza; otras veces en mi casa hay una atmósfera como de poema maldito, de esos que me mueven el piso; de vez en cuando los insectos voladores de la angustia se apoderan de mi espacio, con su zumbido contundente, y no me dejan dormir; eventualmente me visitan nubes de todos los colores que pintan mis ojos de algo parecido al amor o a la felicidad; casi nunca el aroma del jazmín de noche llega hasta mi, pues se entretiene en las periferias jugando con mi gato. A veces sobrevuelan en mi cabeza partículas sublimes, como de santidad; otras veces en mi casa hay un aire como de poema inconcluso, de esos que me recuerdan lo efímero y lo vano de la vida.
II
JARDÍN UNO
Diente de león, ojo de poeta, uña de gato: en la aurora un jardín de bestias.
JARDÍN DOS
En mi jardín de molinos de agua siembro plantas eléctricas y las riego en tu divino nombre, cada mañana, antes de despertar.
III
Penélope, en Grecia, hacía y deshacía el amor, mientras Ulises batallaba en ultramar, solitario, con los engendros de su mente.
A veces sobrevuelan en mi alcoba partículas de pereza; otras veces en mi casa hay una atmósfera como de poema maldito, de esos que me mueven el piso; de vez en cuando los insectos voladores de la angustia se apoderan de mi espacio, con su zumbido contundente, y no me dejan dormir; eventualmente me visitan nubes de todos los colores que pintan mis ojos de algo parecido al amor o a la felicidad; casi nunca el aroma del jazmín de noche llega hasta mi, pues se entretiene en las periferias jugando con mi gato. A veces sobrevuelan en mi cabeza partículas sublimes, como de santidad; otras veces en mi casa hay un aire como de poema inconcluso, de esos que me recuerdan lo efímero y lo vano de la vida.
II
JARDÍN UNO
Diente de león, ojo de poeta, uña de gato: en la aurora un jardín de bestias.
JARDÍN DOS
En mi jardín de molinos de agua siembro plantas eléctricas y las riego en tu divino nombre, cada mañana, antes de despertar.
III
Penélope, en Grecia, hacía y deshacía el amor, mientras Ulises batallaba en ultramar, solitario, con los engendros de su mente.
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