REVISTA LITERARIA

PARA UN DESARREGLO SISTEMÁTICO DE LOS SENTIDOS



martes, 3 de enero de 2017

TREINTA TEXTOS DE MAURICIO NARANJO

UNO
Muy joven, me inquietaban los ciclos, los círculos: levantarse, tender la cama, salir, cerrar la puerta. Regresar, abrir la puerta, destender la cama, dormir. Así, día tras día, noche tras noche. El eterno retorno, el mito de Sísifo, el riguroso reloj biológico, las fases de la luna, las estaciones, la rotación, la traslación, los ciclos circadianos. Entonces me obsesioné con una idea: algún día me levantaría, no tendería la cama, no cerraría la puerta y jamás regresaría. En una línea de fuga perfecta, recorrería las geografías más recónditas, y en medio del insomnio perpetuo trazaría un itinerario caótico y estocástico, hasta caer vencido por el cansancio, anónimo, ignorado, olvidado. Recuerdo este sueño de juventud por éstas épocas, siempre, una y otra vez.

DOS
John Speed era el automovilista más veloz del mundo. La realidad transcurría a través del parabrisas de su carro, como una mancha de colores. El vértigo, su pasión. Vencer la fricción y la inercia, su deseo. La aceleración, su naturaleza. Hasta que un buen día, John Speed se desvió de la pista y, sin rumbo alguno, desapareció para siempre. La leyenda cuenta que ante la imposibilidad de alcanzar la velocidad de la luz, quedó estupefacto, con su mente en blanco. Y que vivió el resto de sus días trabajando como una estatua en un semáforo del barrio triste en la ciudad metálica.

TRES
El barco, de tanto navegar, se tornó agua. El pájaro, de tanto volar, cielo. El transeúnte, de tanto andar, camino. Yo, de tanto mirarte, espejo.

CUATRO
Quería ser presidente del mundo y Papa de todas las religiones, quería gobernar a todos los terrícolas, pero víctima de su sombra, del inconsciente más profundo y oscuro, terminó hablando solo en una lengua incomprensible, en un pequeñísimo cuarto de hospital, en un islote recién formado por erupciones volcánicas submarinas.

CINCO
Geófilo era un cartógrafo muy avanzado. Levantó mapas por doquier, con una precisión de cirujano. Pero no sabía dónde estaba parado. En sus pies, en el suelo, en la tierra, en un vacío azul?. Desorientado, deambuló desnudo por los territorios que había trazado a pulso, sin saber quién era, sin rumbo alguno. El día de su muerte lo enterraron en una planicie aún por descubrir.

SEIS
Calen Darío era un relojero muy impuntual. Se despertaba a cualquier hora, y trastocaba los almanaques para evadir sus obligaciones. De manera que los martes aparecían como sábados de asueto y los miércoles como domingos de solaz. Hasta que un buen día, Calen Darío perdió la noción del tiempo por completo y habitó en un mundo sin principio de realidad, guiado exclusivamente por sus deseos ocasionales. La noche de su muerte, las campanas doblaron tres días antes.

SIETE
En el papel el árbol
En el poema el grafito
En la mano que olvida el fuego
En las cenizas tú

OCHO
De ausencias está hecho el color del avestruz
De miradas las jaulas vacías
De dagas la reina de corazones
De presencias está hecho el precipicio donde habito
Calle arriba
En la mente del pelícano que obstruye esta alma en pena
En la ventana que abre sus ojos de par en par
Cuando sonríes años luz de mi boca
Cuando el apocalipsis anuncia el amor de no saber tu nombre
Mientras una escalera me conduce a la ciudad azul
Donde se esconden los pianos más transparentes.

NUEVE
Pienso en las cosas que me hacen feliz
Y no te hallo
Tu nombre lentamente viajó al olvido
En la polaroid donde nos besamos frente al mar se borró tu rostro
Habitas en el astro blanco que se confunde con el sol
Eres negro sobre negro
Nómada te alejas de mi centro y moras más allá de la periferia
En los confines
De tí sólo guardo un aroma de sábanas húmedas
Y una sensación de tierra caliente
Donde no sopla el viento

DIEZ
Bajo este cielo creo en tu mirada de cernícalo 
También en tu voz de árbol frutal 
Creo en la ciencia de tu amor extendido en un balcón de nubes y de ángeles También en los dioses que te susurran palabras de tierra caliente
Mientras caminas con los ojos cerrados como una funámbula de mar y de sombra
Creo, bajo este cielo que nos cubre con su agonía de colores,
En todo el misterio que encierran tus piernas
Cuando olvidas la escalera de fuego y extingues mis esperanzas
Tengo la fe intacta porque creo en tu desamor de rayos
Y también en tu amor de urdimbres primigenias
Te espero bajo este cielo santo que habla en un lenguaje de volcanes etéreos.

ONCE
Mano de obra
Construyo el aire
Donde otras manos siembran de recuerdos las nubes grises
Moldeo el fuego
Donde otras manos atrapan los signos crepitantes
Abrazo el agua
Donde otras manos señalan las noches líquidas
Acaricio la tierra
Donde otras manos cultivan caminos empedrados que conducen al árbol y a la montaña
Donde reposan los sueños y las bestias

DOCE
Cuando Sísifo subió la roca a la cima de la montaña la primera vez pensó en la rutina eterna y en el tedio infinito. Pero cada vez que subía y bajaba era otro siempre distinto, de tal forma que al final de su condena ya no era Sísifo.

TRECE
Cuando el hombre comprendió que una cosa no es una cosa sino que es otra cosa, descubrió la metáfora. Y con ella la poesía.

CATORCE
Cuando paso por una biblioteca pienso en los libros que no he leído y que no podré leer
Cuando paso por el parque de los enamorados pienso en los besos que no he dado y que no podré dar
Cuando paso por el cementerio pienso en las muertes que no he tenido y que no podré tener
Cuando paso por el espejo pienso en los rostros que no he reflejado y que no podré proyectar
Cuando paso por la vida pienso en las experiencias que no he vivido y que no podré vivir
Con lentos pasos me desvío y evito caminos

QUINCE
No sé el nombre de las flores ni de los árboles que me rodean
Prefiero dejarlos inefables y puros sin la cicatriz de la palabra
Por fuera del lenguaje lucen hermosos e intactos 
Lejos del símbolo brillan 
Conservan sus formas y sus colores
Sin su nombre en latín o sin su nombre vulgar 
La rosa por ejemplo podría llamarse azar
El anturio por ejemplo podría llamarse santo
El laurel por ejemplo podría llamarse espiral
Y sin embargo ellos siguen ajenos
Viven su vida sin saber sobre el sentido 
Mientras más huérfanos de humanidad
Más plenos de perfección
No sé el nombre de las flores ni de los árboles que me rodean
Y nunca quiero saberlo
Porque la palabra es una cárcel
Donde habita la confusión.

DIEZ Y SEIS
Habito la casa gracias al vacío 
Hablo gracias al silencio
En la casa, las ventanas son un vacío dentro del vacío
En el lenguaje, las pausas son un silencio dentro del silencio
Y entre vacíos y silencios voy inventando la forma de la muerte
Y entre ventanas y pausas voy inventando la forma de la ausencia
Las palabras y los muros, entre tanto, pueblan de ecos el olvido.

DIEZ Y SIETE
Las sombras del tiempo devoran aquellos pianos transparentes que forjan caminos y esculpen desiertos. En la espada del carbonero brillan los cuarzos de la ilusión. En la fiesta matutina coleópteros giran sobre cabezas grises, buscando el epicentro del vacío. Los destellos -como recuerdos frescos- aguardan la noche con paciencia. Pasos en el silencio: fantasmas vigilan las formas de la muerte, con devoción. Las sombras del tiempo devoran la música sin rumbo, la palabra sin sentido, el delirio de vivientes que se embriagan de olvido.

DIEZ Y OCHO
UN LARGO EPITAFIO
Nací en la segunda mitad del siglo pasado. Pequeño me disfrazaba de hippie, y cuando fuera grande quería ser un poeta ebrio. Conocí primero a Cat Stevens y luego a Lennon. A diferencia de casi todo el mundo amé a Yoko Ono. También leí a Gonzalo Arango, a Nietzsche, a Hesse, a Mann, a Jesús Gaviria. Conocí a los poetas del centro, y me decepcioné. Mejor la obra que el autor. Tuve novias de belleza simple, un poco locas. Probé todos los licores, excepto la ginebra. Fumé, deliré, escribí, estuve al borde de la locura y del suicidio, renací, caminé. Tuve una hija extraordinaria y conocí el amor puro, natural, transparente y eterno. Intenté enseñar algunas cosas, unas pocas cosas. Mi voz se escuchó en las radios fantasmas. Tuve un par de amigos incondicionales. Hablé con mi madre todos los días. Admiré a mi padre como un niño asombrado frente a un héroe. Tuve una esposa dos veces. Fracasé. Escribí un par de poemas sin importancia. Viví intensamente al lado de la melancolía, cerca de la locura, detrás del amor. Nací en la segunda mitad del siglo veinte.

DIEZ Y NUEVE
Hay recuerdos que son como puñales en el insomnio de las sombras
Hay recuerdos que son como visitantes oscuros en un barco fantasma
Hay recuerdos que son como música en la medianoche del hastío
Hay recuerdos que son como fotografías en blanco y negro en el silencio del olvido
Hay recuerdos que son como delirios en la mente indefensa del tiempo
Hay recuerdos grises que son como dagas en la víspera del infierno
Hay recuerdos que visitan la música del delirio.

VEINTE
MOHAMED
Soy el que vence a los adversarios antes del combate
Danzo en el cuadrilátero
Mis puños son de aire
Mis puños son de plomo
Canto en el ring
Odio el último round
Prefiero el knock out en el miedo del otro
Y no en el tinglado
Doy vueltas
Brinco
Vuelo
No pude derrotar a la muerte
Pero fuí el que venció a todos los adversarios un minuto antes

VEINTE Y UNO
Uno a veces se sienta a esperar que el tiempo pase como una brisa
Y pasa sin novedad 
Entonces uno desea un cataclismo o un amor de repente
Aunque sea una ilusión o una herida
Uno a veces busca que el tiempo traiga tristezas o profundas ebriedades
Pero nada pasa
A veces nada pasa
Y entonces uno desea un amor de repente
Furioso como una brisa
Profundo como un cataclismo
Ebrio de heridas y tristezas

VEINTE Y DOS
Amo tu olvido, como los dioses aman la guerra santa, como los inquisidores aman el fuego, como los mortales aman las cadenas, como los ebrios aman el agua, como los héroes aman la derrota, como los amantes aman el alba, como los ladrones aman el prójimo, amo tu olvido, como los dioses aman los sacrificios, como los inquisidores aman la mentira, como los mortales aman la muerte, como los ebrios aman la confusión, como los héroes aman las estatuas, como los amantes aman el silencio, como los ladrones aman ese recuerdo mínimo parecido a tu olvido.

VEINTE Y TRES
Amanezco en tus mañanas, en otra cama. Duermo en tus noches, en otro sueño. Trabajo en tus días, en otro oficio. Vivo en tu vida, en otro universo. Soy ese desconocido que ignora tu nombre y que muere en tu muerte como un suicida silencioso.

VEINTE Y CUATRO
MONÓLOGO DEL RENEGADO
Soy cobrador de deudas morosas, mi oficio es atormentar
Soy verdugo, mi oficio es cumplir las sentencias
Soy el encargado de cortar los servicios públicos, mi oficio es la oscuridad
Soy abogado de un banco, mi oficio es embargar
Soy vil, ruin, un ser renegado, todos me odian
Soy el que cumple los mandatos de la ley
De noche, mientras duermo, me atormentan
De día, mientras trabajo, me detesto
Soy un solitario
El que roba los sueños y la paz

VEINTE Y CINCO
Hay silencios que son la voz de la censura: una mordaza. Hay otros que son la expresión de la protesta: un grito. Hay silencios que están del lado de la armonía, la paz, la serenidad: un éxtasis. Hay otros que son el símbolo de la ira, la rabia, la ruptura: una explosión. Hay silencios que indican duda, inseguridad, timidez: una caída. Hay otros que significan dolor: una grieta. Hay silencios que hablan del amor, donde sobran las palabras, donde predominan las miradas: una carta en blanco. Hay otros que aluden al vacío, al no ser, a esa nada que ocupa todo el espacio de la existencia: un agujero. Hay silencios que son mordaza, grito, éxtasis, explosión, grieta, carta en blanco, agujero. Hay otros que son indescifrables, indelebles, inefables, como una mancha inmaculada.

VEINTE Y SEIS
Todos tenemos un paisaje interior que nos identifica, el mío es móvil, portátil: a veces se parece a un acantilado -como en una pintura del Romanticismo alemán-, otras a un volcán en una isla de nieve -como en Islandia-, algunas otras a un desierto poblado de esas flores minerales talladas por el viento y el tiempo -como esa hermosa rosa del desierto que conocí en un museo geológico de alguna universidad de mi ciudad-. Guardo nubes en mi memoria para que llueva cuando quiero olvidar. Conservo una noche indeterminada en mi lóbulo prefrontal para borrar todo rastro de tu rostro.

VEINTE Y SIETE
El lenguaje me habla, el cielo me mira, mi casa me habita, el amor me quiere -a veces-, los puntos suspensivos escriben mi devenir azaroso, la poesía me celebra, el vino me bebe, el cigarro me fuma, mi mente me piensa. El lenguaje me habla a solas, en la cama que me sueña.

VEINTE Y OCHO
Las palabras, como carteles viejos, se derriten con la lluvia. Bajo el reciente anuncio, los afiches del pasado ocultan una verdad efímera. Las palabras, como carteles nuevos, invitan al devenir azaroso. Debajo, un arrume de letras desteñidas que tuvieron su minuto de gloria.

VEINTE Y NUEVE
Estoy hecho de lejanía, de distancia. Mi sustancia, el olvido. Mi esencia, el vacío. Mi expresión, el silencio. Soy un signo cero que levita en espiral hacia el centro de la nada.

TREINTA
La cama duerme, la jaula vuela, el camino anda, la casa mora, el vaso bebe, y mi corazón ahí en tu mente como un disco que escucha o una ducha que se baña, quizás como un cenicero que fuma su último cigarro o una roja manzana que muerde la boca de este mar que me navega.