LA
MUERTE
Querida y respetada muerte:
déjame permanecer en el tinglado un poco más,
que mi hija le dé forma a sus sueños como escultora de
imágenes,
que mi libro inédito vea la luz,
que mi corazón palpite con tranquilidad,
que la mujer ideal por fin toque mis puertas y mis
vísceras,
que mi hermana vuelva a cantar,
que pueda seguir viviendo en la cabaña arquetípica,
que pueda viajar a las islas del Pacífico.
Déjame durar un poco más,
para ver si el padre todopoderoso me impregna con sus
rayos,
para escribir una novela donde revele mis secretos
y le rinda un homenaje a mis amores,
para enseñar un par de cosas que he olvidado,
para perdonarme por los extravíos y los errores,
para recuperar mi lucidez en los momentos de sobriedad
y para habitar una realidad aparte en los momentos de
ebriedad.
Estimada muerte:
sé que me deseas,
pero déjame permanecer en el tinglado un poco más,
hasta que mi cuerpo resista los golpes de la gravedad
y mi alma resista los dolores de la vida,
hasta que la demencia cruce el umbral de mi mente
y entonces pueda recibirte en calma,
con toda la pasión y el temblor que te mereces.