REVISTA LITERARIA

PARA UN DESARREGLO SISTEMÁTICO DE LOS SENTIDOS



sábado, 29 de marzo de 2014

TRES TEXTOS DE MAURICIO NARANJO

I

Amo los signos de puntuación. Son como silencios, intersticios, pausas, vacíos. Los dos puntos crean expectativa, mientras el punto final es, en realidad, una línea de muerte, de fin, de apocalipsis, de agonía. El punto seguido, en cambio, nos da esperanzas, aunque ocurra una transformación química o incorpórea. Con los puntos seguidos nunca se sabe, igual que con la palabra etcétera, porque en silencio insinúan la actualización imprevisible del devenir azaroso. La coma es como la frecuencia cardíaca de la gramática vital. El punto y coma marca el tránsito de un estado a otro, genera una separación categórica, sin perder de vista el flujo caótico de la vida. Los signos de puntuación nos dan seguridad, una sensación y una ilusión de certeza, de control sobre el asunto de estar vivos, es decir transcurrir, discurrir aleatoriamente.

II

Mis palabras están presas en mi boca. Los dientes, como barrotes, les impiden salir. Un día, silenciosas, huirán. Entonces emitiré gritos. Sólo de aullidos estará compuesto mi lenguaje.

III

Pequeño, en clase de educación física nunca aprendí a pararme en la cabeza; mucho tiempo después que practiqué yoga, tampoco. Un maestro zen, posteriormente, me enseñó a caminar en las pestañas. Lo sigo intentando, sin resultados. Hoy me dijeron: es que usted no sabe dónde está parado. Y es verdad, no sé si en mis pies, en mis zapatos, en mi mente, en el piso, en la tierra, en el cosmos. Y recordé que un amigo muy sabio me dijo alguna vez: "uno está donde está su atención". Entonces comprendí que soy un funámbulo y un hiperbóreo. Es decir, me mantengo en la cuerda floja, unas veces, y al borde de un volcán, otras.