LA VIDA
Apreciada y respetada
vida: me has dado tantas cosas: una hija extraordinaria, el don de la palabra,
un trabajo que disfruto, un par de amigos incondicionales, algunas mujeres
hermosas, otras un poco locas, los limones, el ají picante, las bebidas espirituosas,
una madre dulce y comprensiva, un padre intelectual y responsable, unos
hermanos llenos de bondad y generosidad, el blues, el tabaco, el color verde,
los sueños, la poesía, el nervio óptico, el lóbulo temporal, las manos y los
símbolos. Querida vida: a veces, en mi nihilismo profundo, he perdido el timón
y he navegado por océanos turbulentos, por caminos sinuosos, por oscuros
paisajes metafísicos, pero he sabido incorporar esas intensidades a mi arte,
esas frecuencias de onda corta me han servido para explorar los laberintos y
recovecos de tu milagro, tu don, tu misterio. Quiero agradecerte por los
arreboles y por los arrabales, por la noche y el día, por la locura y la
cordura, por la pasión y la razón. Siempre he estado en la frontera, en el
umbral, y desde allí te rezo para que me permitas experimentar, explorar la
incertidumbre y encontrar más preguntas y más besos en el horizonte.