REVISTA LITERARIA

PARA UN DESARREGLO SISTEMÁTICO DE LOS SENTIDOS



miércoles, 4 de diciembre de 2019

RELATOS BREVES DEL LIBRO INÉDITO "SIGNO CERO", DE MAURICIO NARANJO


GÉNESIS
Exhausto después de la creación del cosmos, comenzó a delirar y en medio de sus alucinaciones engendró una extraña criatura parlante, bípeda, con un cerebro de kilo y medio. Cuando escuchó sus plegarias, comprendió su imperfección y lloró como un mortal.

VAN GOGH
Cansado de tanta incomprensión, mezcló los colores primarios en su mente y con precisión de cirujano desprendió todo su cuerpo, dejando de sí sólo la oreja derecha, con la cual (en medio de un silencio matizado por pinceladas gruesas y contundentes) percibió la música más pura y libre jamás imaginada.

EL CONFUSO
Viajero inmóvil, era como humo líquido en las entrañas de un volcán apagado. Cítrico, moraba en verdes páramos contaminados por la lluvia ácida de sus ideas, que como mala hierba, brotaban por doquier y araban en el desierto. Smog en las madrugadas, nunca erró su vocación de contribuir a la confusión general.

LA FUGA
El niño reía mientras observaba cómo luchaban a muerte el camello y el león. Atravesó las murallas, cruzó la frontera y alcanzó el punto de no retorno, con una mezcla de melancolía y felicidad. "Somos libres", le dijo Friedrich, su amigo imaginario, en voz baja.

  
LA ETERNIDAD
La mitad de su vida la pasó en el paraíso islámico, en pabellones donde se encontraban tiendas maravillosas hechas con perlas y en cada esquina una esposa sensual. La otra mitad en el cielo cristiano, un país de melodías y cánticos donde no había dolor, ni enfermedad, ni muerte. Cumplida su estadía, se fue extinguiendo hasta morir para siempre.

EL DIOS
Era un dios olvidado, se sumergió en la melancolía más profunda, incluso llegó a dudar de su propia existencia, de su divinidad.  Nadie lo adoraba, nadie le ofrecía sacrificios. Una indiferencia cósmica surgió de su inmensidad cóncava. Se descuidó a sí mismo, se refugió en el alcohol y odió su inmortalidad, eternamente.

EL AUTISTA
Dibujaba paisajes metafísicos todo el tiempo. Pintaba su naturaleza muerta, sus abismos, su infinito desierto. Observaba su topografía irregular y se detenía en cada pliegue verde-azul. Navegaba en el océano innombrable de su ser. Solipsista se preguntaba si más allá de sus recovecos geográficos existía algo, si más allá de su yo sombrío había un mundo inaccesible, incognoscible e inefable. Pero como carecía de lenguaje, nunca pudo escapar del laberinto.

EL LIBRE
Prefería la libertad, con sus vicisitudes e incertidumbres, sus extravíos e intensidades. Pasajero en el tren de medianoche, atravesó naturalezas muertas. Entre excesos y trances místicos, habitó en el mar de niebla y en las ruinas de la abadía. Se olvidó por un largo tiempo del mundo de los hombres, y bajó de la montaña para expresar su mensaje delirante. Fue arrestado por incitar al desorden, y el libre vivió en prisión dibujando extraños signos en el denso aire de la penumbra.

LA NOCHE EN VELA
Su intención era introducir la noche en la llama de una vela. Después de varios experimentos fallidos, logró comprimir la oscuridad a un nivel microscópico. Entonces, la tomó en su mano izquierda y jugó con ella como un niño con una minúscula canica negra. Finalmente la arrojó a la llama, y pasó la noche en vela.

LOS ANTEOJOS
Cuando se colocaba los anteojos, observaba su interior con claridad: vísceras, huesos, músculos, fluidos. Incluso, en ocasiones podía percibir su yo en el laberinto del cerebro, danzando como un juglar unas veces, llorando como un mártir otras.

EL GRITO
Un grito vagabundo era su bien más preciado. Intentó enterrarlo en una isla, guardarlo en una caja fuerte, esconderlo bajo el colchón, sin ningún resultado. Finalmente puso el grito en el cielo. La tierra tembló escandalizada.


CAPERUZA
Y entonces caperucita roja (apodo que se ganó por su sed de sangre) clavó su daga en el corazón del lobo. Luego, realizó un aquelarre solitario gritando palabras en un lenguaje atávico y delirante.

MORFOSIS
El escarabajo, desde su nacimiento, tuvo un devenir azaroso y caótico, pleno de intensidades. Pero un día, infortunadamente, despertó convertido en Gregorio Samsa, un funcionario aburrido y rígido que tenía un itinerario preciso para cada uno de sus monótonos días. Entonces añoró aquel bicho travieso y loco que confundía los bombillos con la luna. Tristemente, tuvo que conformarse con su repugnante condición de burócrata por el resto de su vida.

ÉRASE UN HOMBRE CON LA NARIZ TORCIDA
Érase un hombre con la nariz torcida. Por la fosa izquierda respiraba con dificultad, por la derecha olía el jazmín de noche. Se miraba al espejo siempre de perfil, saludaba el mundo cabizbajo, sufría con su rostro armonioso y su nariz imperfecta. Con los años dejó de respirar, de oler, de mirarse en el espejo, de saludar, de sufrir. Se olvidó de sí mismo y emprendió un viaje sin retorno, sin recuerdos. Leve como el aroma sutil de un crisantemo se deshizo de su cuerpo, excepto de su nariz torcida. Desde entonces, como en un cuento de Gogol, transcurre por la ciudad y por los parques reptando hacia la muerte y la putrefacción.

EL MANTO
Solía ir con su manto blanco a las nubes, con su manto negro a los funerales, con su manto anaranjado a los incendios, con su manto verde a las montañas, con su manto ocre a los desiertos, con su manto transparente a los pensamientos, con su manto equivocado a misa, los domingos, temprano.


MUCHA TELA QUE CORTAR

El sastre, también hijo de sastre, comenzó a cortar la tela entre monólogos y soliloquios. Sin percatarse, inmerso en su mundo de tramas y urdimbres mentales, cercenó su brazo izquierdo. Sintió un dolor agudo, que confundió con su melancolía, y continuó mutilando su cuerpo hasta que de sí sólo quedó su mano derecha aferrada a las tijeras rojas y resplandecientes.



JOHN SPEED

John Speed era el automovilista más veloz del mundo. La realidad transcurría a través del parabrisas de su carro, como una mancha de colores. El vértigo, su pasión. Vencer la fricción y la inercia, su deseo. La aceleración, su naturaleza. Hasta que un buen día, John Speed se desvió de la pista y sin rumbo alguno desapareció para siempre. La leyenda cuenta que ante la imposibilidad de alcanzar la velocidad de la luz, quedó estupefacto, con su mente en blanco. Y que vivió el resto de sus días trabajando como una estatua en un semáforo del barrio triste en la ciudad metálica.


DELIRIO

Quería ser presidente del mundo y jerarca de todas las religiones, quería gobernar a todos los terrícolas, pero víctima de su sombra, terminó hablando solo en una lengua incomprensible, en un pequeñísimo cuarto de hospital, en un islote recién formado por erupciones volcánicas submarinas.


GEÓFILO

Geófilo era un cartógrafo muy avanzado. Levantó mapas por doquier, con una precisión de cirujano. Pero no sabía dónde estaba parado: ¿En sus pies?, ¿En el suelo?, ¿En la tierra?, ¿En un vacío azul?.
Desorientado, deambuló desnudo por los territorios que había trazado a pulso, sin saber quién era, sin rumbo alguno. Fue sepultado en un valle aún por descubrir.

CALEN DARÍO

Calen Darío era un relojero muy impuntual. Se despertaba a cualquier hora y trastocaba los almanaques para evadir sus obligaciones. De manera que los martes aparecían como sábados de asueto y los miércoles como domingos de solaz.  Hasta que un buen día, Calen Darío perdió la noción del tiempo por completo y habitó en un mundo sin principio de realidad, guiado exclusivamente por sus deseos ocasionales. La noche de su muerte, las campanas doblaron tres días antes.

EL MITO

Cuando Sísifo subió la roca a la cima de la montaña la primera vez, pensó en la rutina eterna y en el tedio infinito. Pero cada vez que subía y bajaba era otro siempre distinto, de tal forma que al final de su condena ya no era Sísifo.


EL NIHILISTA

Buscaba historias en los libros no leídos, amores en las mujeres desconocidas, territorios en los mapas ignotos. Ese era su trabajo: hallar cosas en la nada.


UNA VEZ

Esta es la trágica historia de una vez, que una vez decidió no elegir nada nunca. El tiempo pasaba por sus ojos, como una nube que discurre en el vacío azul. Así que una vez, sentada en el balcón de los sueños, escuchaba pasar la realidad, con sus motores y murmullos, sumida en la dulce confusión de su mente en blanco. Al final, una vez recordó sus promesas y cabalgando en la flecha del olvido como una estrella fugaz se extinguió en las rojas montañas del azar.


LA TERTULIA
Cuentan que después de la medianoche, mientras todos duermen, las estatuas y los bustos de los próceres se reúnen en ‘La playa’ con ‘El palo’ a fumar, beber y narrar siniestras historias de transeúntes que como pálidas sombras perturban sus silencios de piedra y bronce.


ODISEA
Penélope, en tierra, hacía y deshacía el amor, mientras Ulises batallaba en ultramar, solitario, con los engendros de su mente.

SIN PISO, AL MODO DE GEÓFILO

Pequeño, en clase de educación física nunca aprendí a pararme en la cabeza; mucho tiempo después que practiqué yoga, tampoco. Un maestro zen, posteriormente, trató de enseñarme a caminar en las pestañas. Lo sigo intentando, sin resultados. Hoy me dijeron: es que usted no sabe dónde está parado. Y es verdad, no sé si en mis pies, en mis zapatos, en mi mente, en el piso, en la tierra, en el cosmos. Y recordé que un amigo muy sabio me dijo alguna vez: "uno está donde está su atención". Entonces comprendí que soy un funámbulo y un hiperbóreo. Me mantengo en la cuerda floja unas veces y al borde de un volcán otras. 


EL PUPILO


Atento a las palabras de su mentor, comenzó a trabajar en el asunto: pasar un camello por el ojo de una aguja.  Al final, atravesó con la aguja el ojo del camello.
EL PUPILO Atento a las palabras de su mentor, comenzó a trabajar en el asunto: pasar un camello por el ojo de una aguja. Al final, atravesó con la aguja el ojo del camello.